martes, 5 de octubre de 2010

Dulces recuerdos


Siempre me acuerdo de mis abuelos y de la bonita relación que tuvimos. Ya hace bastantes años que se fueron y sigo echándoles de menos continuamente. Nunca he sentido un amor tan incondicional como el que ellos me regalaron y me gusta pensar que cuando yo deje este mundo, volveré a encontrarme con ellos en alguna parte.

De mi abuela me acuerdo de sus comidas, innumerables y todas riquísimas: Cocido (plato estrella), lentejas (que antes odiaba y cuanto daría ahora para volver a probarlas), empedrado, las patatas con "pelotas" (como me gustaría saber hacer esas "pelotas"), las cortecillas de cerdo que freía todos los días y que guardaba en el horno para que nos fuésemos sirviendo, las flores de hojaldre en semana santa, los crepes de limón con azúcar, el tupper ware naranja con galletas Maria y un bote de Nocilla (siempre listo para que mis primos y yo dispusiésemos cuando quisiésemos) y un largo etcétera del que nunca me olvidaré.

También me acuerdo de las “limpiezas generales” de los sábados. Todas las ventanas abiertas para airear y el olor del “pronto” impregnando toda la casa, de las veces que me acompañaba a la cama y me ponía una manta eléctrica y remetía los lados de la cama dejándome totalmente “encajada” y cubierta de cariño, de los billetes de 5.000 pesetas doblados y doblados que me daba en cumpleaños y fiestas de guardar y me decía: rica mía, guardátelo y que no te lo vea nadie, y así hacia... y de tantos otros detalles que de vez en cuando asaltan mi memoria y llenan de calor mi corazón.

Mi abuelo era más reservado y menos dado a mostrar sus sentimientos, pero quizá por eso los gestos que hacía mi tuvo, los recuerdo con más cariño... Nunca olvidaré unas zapatillas de oso que me regaló (que me duraron años) y que derramé lagrimas al tener que tirarlas por el estado en que se encontraban... el fútbol era lo que más le gustaba y se ponía a ver los partidos con una radio y con el televisor puestos a la vez (se le movían las orejas de lo nervioso que se ponía). Por él y por esos momentos, soy yo madridista, y aunque Mijota insista en que me haga del atlético nunca lo haré, porque es un pequeño homenaje que le hago a mi abuelo. También me acuerdo de una ocasión en la que me iba de vacaciones con mi padre y mi abuelo apareció en el puerto con las zapatillas de andar por casa puestas, con la única intención de darme un ultimo beso antes de irme (aunque nos acabábamos de despedir hacia media hora) y nunca olvidaré una vez, que volví de Madrid sin avisar (durante los años en que estaba estudiando) y cuando me vio se puso a llorar de la alegría. Cuanto mundo interior tenía mi abuelo y cuanto lo echo de menos!!

Esos dulces recuerdos y muchos otros me acompañarán siempre. Son los cimientos de lo que soy como persona y en ellos me sustento cada día . Desde aquí mi gratitud eterna a esas dos personas que me quisieron y me dieron tanto.