Fue una experiencia nueva porque nunca habíamos caminado sin la luz del día. Nos ayudábamos con linternas y no fue demasiado difícil ir siguiendo las indicaciones. Fue bonito, cuando poco a poco fue saliendo el sol.
Mijota y yo tuvimos un momento de tensión porque no veíamos indicaciones hacia tiempo y yo estaba convencida que nos habíamos equivocado de camino. Estábamos subiendo una cuesta tremenda y yo iba despacio para ver si encontraba cualquier señal. Mijota se desesperaba conmigo y me iba diciendo: Vamos, que vas parada!!. Pero no estaba parada, solo que iba más despacio... Así que cuando se volvió a girar y me dijo: Por qué te paras?? Yo le respondí gritando: No estoy parada!! Así que seguimos resoplando hasta arriba y a los pocos metros encontramos una concha que nos indicaba que íbamos por el camino correcto (respiré aliviada) y tuve que reconocerle a Mijota que tenía razón. Aunque, eso si, que conste que yo no estaba parada!!
No me gustó mucho que en esta ultima etapa no te indicaban los kilómetros que faltaban hasta llegar a Santiago, como en el resto del camino. A mi me gustaba ir viendo cuanto quedaba para llegar al final y cuanto iba recorriendo más o menos. Aunque había indicaciones de por donde había que ir, ya no ponían los kilómetros. Una pena, la verdad.
La etapa no era muy lucida, al estar tan cerca de Santiago vas en muchos tramos al lado de la carretera y se me hizo eterno el tramo hasta la llegada al Monte del Gozo.. Una vez allí, es todo bajada hasta Santiago y cuando ya estás dentro de la ciudad, el corazón te late rápido por la impaciencia y las ganas de llegar a la Plaza del Obradoiro. Que emocionante fue llegar hasta allí, con Mijota, cargando nuestras mochilas, nuestros bastones y cubiertos de polvo y de sudor. Y que satisfacción tan grande saber que has llegado, que has podido y que estás ahí!!
Llegamos a Santiago sobre las 11:30-12:00 y ya hacia mucho calor, así que la idea de salir por la noche había sido un acierto, sin duda. El día anterior reservamos habitación en una pensión del centro (pensión Luisa) y nos dirigimos allí para dejar las mochilas y poder visitar Santiago más ligeros.
Había muchísima gente, tuvimos que hacer una hora y media de cola para abrazar al apóstol, que me sorprendió porque su cara no era la típica estatua religiosa, sino que era una cara que se me antojaba simpática y con bonitas facciones, además de resaltar en ella unos inmensos ojos azules. Me abracé a él y en esos pocos segundos que duró le agradecí que me hubiese ayudado a llegar hasta allí y le pedí un deseo muy personal, por el que Mijota y yo habíamos decidido caminar esos kilómetros.
Desde ahí arriba pudimos ver un momento de la misa que en ese momento se estaba celebrando en el altar mayor. Me pareció preciosa la escena.
Encontramos un sitio para comer cerca de nuestra pensión y comimos marisco riquísimo (vieiras, gambas, mejillones,...) regado con un vino de la tierra muy agradable. Para finalizar brindamos con orujo, por nuestro “camino” y nos fuimos a la pensión para echarnos una siesta antes de ir al aeropuerto para volver a Madrid. Volvimos con Ryanair y salió muy puntual, así que no pudo salirnos mejor.
Antes de irnos de Santiago, escogimos una esquina al lado de una iglesia cercana a la pensión y dejamos los bastones que nos acompañaron en todo el camino para que otros peregrinos hagan uso de ellos. Quien sabe, quizás nuestros bastones llegaron hasta Finisterre. Ojalá!
Y hasta aquí llega la crónica de nuestro viaje. Siempre guardaremos estos días en nuestro recuerdo y desde aquí recomiendo a todo el que lo quiera hacer a que lo haga, porque es una experiencia única en la vida, que vale la pena vivir. Buen Camino para todos!!